martes, 7 de diciembre de 2010

13

-¿Qué es lo que tienes en el ojo?

-Nada, por eso soy tuerto.

-¿Te lo arrancaron?

-Sí, por eso soy tuerto.

-Pero aquel tipo dijo que tu ojo brillaba…

-Soy tuerto.

-Brillaba con una luz azul, como un hechizo de algún tipo.

-Ya te he dicho que soy tuerto.

-Lo has dicho cuatro veces. Me he enterado.

-¡Eh, jefe! ¡Las tablas ya están hechas! ¿Qué título hay que ponerle a este?

-Espera un momento, ya vengo.

Igrin se cruzó de brazos y tiró del cuello de su capa, intentando taparse más de lo que ya estaba. Era imposible, de todos modos.

Dariel se fue al otro cuarto, donde los trabajadores preparaban la imprenta para hacer las distintas copias de su libro. El tuerto lo miró un segundo, con los dientes apretados. Maldito Dariel con su maldito juego de hacerse el maldito inocente. Necesitaba averiguar qué sabía exactamente. No podía marcharse dejando cabos sueltos que luego podrían atarlo a él.

Y ahora le tocaba esperar.

-¿Qué título tendrá?

-Pues… Carnaval Negro, creo…

-¿Cree? Rayos, cada vez es más irresponsable, jefe…

-Ya sabes que estas cosas no puedo llevarlas apuntadas. Si alguien se enterara...

-Ah… Bueno, está bien. ¿Carnaval Negro, pues?

-Sí. Con el pseudónimo de siempre.

-¿Lo qué?

-La firma. El nombre.

-Ah. Sí, sí. Lo siento, es que su amigo me distrae. Me pone los tiempos… ¡Los pelos! ¡Me pone los pelos de punta!

-Relájate.

-Sí, jefe.

Golpearon la puerta. Toc, toc, toc. Igrin se puso en pie y Dariel acudió.

-Vete a la trastienda. Diles que vas de mi parte.

-Y una mierda.

-Que te vayas.

-¿Y adónde?

-Tres calles más abajo y luego hacia el oeste.

-Gracias. Esto es lo que necesitaba saber.

-No tienes ni idea. Largo.

Igrin se fue. Dariel abrió la puerta.

-Hestin, ¿qué haces aquí?

-Investigo.

-Ah, ¿también oíste lo del semibestia?

-En Ahkdur aún lo buscan, igual que en Kath, o, más bien, por todo Ryu. E incluso en Karime.

-La puta…

-Eso digo yo. Pero no he encontrado nada por aquí.

-¡Jefe, se escapa!

-¿Qué? –Dariel y el otro guardia se giraron hacia el chico más joven que se acercaba desde una callejuela.

-Lo he visto corriendo hacia la plaza de magos, va cubierto con una capa azul.

-¿Azul? Hijo de puta… ¡Cambió de color!

-Déjamelo a mí, Hestin. –Dariel desenvainó su espada.- Y haz el favor de llevarle mis cosas a doña Erie, por si no me da tiempo hoy.

-Como quieras, pero no la cagues.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Igrin siguió corriendo, asombrado por la resistencia y la rapidez de sus perseguidores. De todas las callejuelas circundantes salían más, como si fueran hormigas, eternos, inacabables. Y lo fácil que sería matarlos a todos… Pero era una pérdida de tiempo innecesaria.

-¡Quitaos de en medio! ¡Apartaos! ¡Es mío!

Encima, ahora los imbéciles se lo repartían. Qué ilusión.

-¡Detente! ¡Ven aquí si te atreves!

Y hacían alarde de sus tácticas militares… ¡Qué función!

-¡Ven aquí YA!

Igrin se detuvo. Dariel estaba al otro lado del callejón. Su público eran un montón de guardias con alabardas dispuestas.

-Podemos tener un duelo si quieres, aunque vas a perder de todos modos.

-¿En serio? Diablos, yo también quiero tus poderes de adivino.

Cargaron el uno contra el otro. Dariel sostuvo su espada contra la cimitarra que Igrin había obtenido de los bandidos. Ninguno cedía, pero no se esforzaban especialmente. Ambos sonrieron.

-Qué divertido.

-Y tanto.

Se separaron un paso, Dariel se agachó y, en un giro, rasgó el aire. Igrin saltó, y la hoja que lo acechaba subió tras él. Sus pies sangraron.

-Tres filos.

-¿No es una preciosidad?

-No sabía que teníais permitido usar espadas hechizadas.

-Es que yo soy especial.

El semibestia reculó, calculando los pasos que lo separaban de la pared, pero su rival no se acercó. Al fin, Igrin sacó su daga y la lanzó contra su oponente, pero Dariel lo esquivó y con un corte vertical rajó su vientre. No era más que una herida superficial, peroIgrin gruñó.

-¿Te rindes?

-Y una mierda.

Dariel se lanzó con la espada por delante, una estocada. El tuerto esquivó el arma, pero el brazo del guardia aferró su camisa y lo alzó unos centímetros del aire. Igrin inspiró, y le clavó la rodilla en la entrepierna. El moreno se encogió de dolor, mientras una serie de patadas del recién liberado lo azotaban por doquier. Al final, Igrin recogió la espada que había quedado en el suelo y se la clavó en el muslo. Dariel gritó de dolor.

-Te van a matar…

-Que lo intenten. Yo te mataría a ti si tuviera tiempo.

Los soldados arremetieron. Igrin desclavó la espada y degolló con ella a los que más se aproximaron antes de clavarla en el suelo y usarla como apoyo para saltar sobre el tejado más cercano, huyendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"-¿Qué es lo que tienes en el ojo?

-Nada, por eso soy tuerto."

Equisdé.

"-Ya te he dicho que soy tuerto.

-Lo has dicho cuatro veces. Me he enterado."

¡Y es capaz de contarlas mientras mantiene la conversación! Guaau.


Curioso. No recordaba que dariel trabajara en una imprenta...

Nah. Cree el ladrón que todos son de su condición. Igrin le da demasiadas vueltas a las cosas xD.

"-¿Azul? Hijo de puta… ¡Cambió de color!"

¿Lol? ¿Esto lo hizo él mismo?

"-Déjamelo a mí, Hestin. –Dariel desenvainó su espada.- Y haz el favor de llevarle mis cosas a doña Erie, por si no me da tiempo hoy.
"

¿Lol? ¿Cameo famoso? xD


Tanta espada encantada, tanto ser especial y tanta mierda, y al final... patada en los cojones. Niños, aprended de Igrin. Os irá mejor en la vida.

"-Te van a matar…

-Que lo intenten. Yo te mataría a ti si tuviera tiempo.

Los soldados arremetieron. Igrin desclavó la espada y degolló con ella a los que más se aproximaron antes de clavarla en el suelo y usarla como apoyo para saltar sobre el tejado más cercano, huyendo. "

Y pa chulo, chulo... xD