miércoles, 1 de septiembre de 2010

Prólogo

Prólogo de EUS, El Último Suspiro, la historia original de Igrin (a medias). Corregido y resubido para recuperar lectores y, quizá, ganarlos.

Intentaré poner un capítulo a la semana, pero no prometo nada.

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Las cicatrices provocadas por las garras sangraban profusamente. Su cuello, su mejilla, su frente y el lugar donde antes tuviera el ojo derecho eran las fuentes de esta sangría. El manto de líquido rojo escurría por su piel, tibio, pegajoso, con un característico olor metálico que sus compañeros tardarían en olvidar. Pero no era lo que le preocupaba en ese momento.

-Dámelo...

-No.

-Dámelo...

-No podrías sostenerlo ni soportarlo.

-Dámelo...

-Ya basta.

Su petición era un susurro ahogado en un vapor de agua que se manifestaba en el aire helado de la mañana. No se habían dado cuenta de este hecho mientras peleaban, pero ya había amanecido. Una voz autoritaria se negaba a concederla, frotándose los brazos para mantenerse en calor.

Un solitario ojo verde, ojeroso e inyectado en sangre lo observó; observó lo que quería, miró al culpable de sus heridas, dijo todo en una sola mirada. Y no se le escuchó.

-¡Dámelo de una maldita vez!

-¿Para qué? No puedes usar magia, y como objeto no tiene ningún valor. No te sirve de nada.

-Ella...

-Es una bruja, una arpía, un demonio. Lo usará para sí misma y cuando vea tu malformación te matará.

-No... No lo hará.

Sobrevino una tos, convulsionó, y escupió un chorro de sangre.

-Te matará -insistió el otro-. No le sirves para nada. Ni como amante.

-Jamás lo hemos sido...

-Pero querías.

No podía negar la verdad.

-¿Y bien?

No respondió. Su ahora único ojo relució con fiereza, y en un segundo se lanzó sobre su compañero y cortó su traquea de un salvaje mordisco. El último aliento fue exhalado como un suspiro, y más sangre surgió a borbotones, terminando de teñir su rostro y su ropa. Aquella sangre se mezclaba con la suya propia y poco a poco formaba un charco a sus pies, en el que se hundían sus botas.

El último suspiro de Athinius, su mejor amigo... su hermano. El último suspiro, que le entregó el zafiro que luego él llevaría hasta Ishnaia y que desencadenaría algo totalmente inesperado por todos los implicados hasta ese punto, pero aún es muy pronto para adelantar acontecimientos.

Igrin recogió la gema, pequeña y ligera, y limpió las manchas de sangre que había en ella. Algunas gotas de sangre aún salpicaban el suelo, y entonces lo decidió: con dos dedos, corazón e índice, terminó de arrancarse el ojo que la mantícora de Athinius había partido en dos. Cortó los nervios, venas, y demás vasos de un tirón, y en su lugar colocó la gema.

Angren. Sangre azul.

Suspiró un segundo, cansado, y dio un paso para marcharse. El agotamiento lo arrojó al suelo.

Cabellos castaños y negros, tres ojos verdes y un falso ojo azul, tendidos en la hierba helada de escarcha. Por su aspecto, cuando dos días después los encontraran, la teoría aceptada sería que una mantícora salvaje los había malherido, y que en mitad de la refriega habían muerto todos. El ojo falso no se vería, al menos no en ese momento.

Podrían respirar tranquilos durante aún algunos amaneceres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aaay, qué recuerdos tan dulces, teñidos de sangre... Qué bonito verlo empezar de nuevo. Qué decir que no esté dicho. Tan genial como la primera vez. Aunque muy breve, como siempre u.u