sábado, 11 de septiembre de 2010

1

Cuando despertó el cielo estaba teñido de un color violáceo, símbolo inequívoco de que anochecía. Se sentía débil, cansado, mareado. Palpó su cara y su cuello en busca de las heridas y las localizó al sentir la costra de sangre seca. Aún había manchas por el resto de su piel y de su ropa, notó también. Tendría que limpiarlo antes de presentarse ante Ishnaia.

-¿Ya estás despierto? No, no te levantes todavía. Voy a traerte una infusión; tú te la bebes y luego duermes un poco más.

-¿Quién...?

-Mirna. Pero no te preocupes por eso ahora; descansa.

Igrin miró a la mujer alejarse con paso apresurado y sólo entonces se fijó en dónde estaba. El escenario de fondo ya no era el templo de Narae, sus acompañantes no eran ya el cadáver de un monstruo amaestrado y el de su hermano, su cobija no era el frío aire matutino. Alguien debía haberlo recogido, lo habría encontrado con los cadáveres y habría decidido rescatarlo... Pero no habían tratado sus heridas aún. ¿Por qué? Y Angren...

Se llevó la mano al lugar donde antes tuviera el ojo derecho y se dio cuenta, extrañado, de que no lo había abierto. ¿Sería posible que nadie hubiera visto la joya? No notaba que hubieran tratado tampoco aquella parte de su cuerpo, y sí sentía la dureza de la gema, por tanto... por tanto, podría aprovecharse de aquellos imbéciles.

La tal Mirna se demoraba, notó, y se incorporó ligeramente del lecho de paja donde lo habían dejado para otear en busca de ella, aunque no sabía cómo iba a ser capaz de reconocerla. Cuando había notado que alguien le hablaba sólo había notado una piel morena y unos labios gruesos y cargados de pintura. Tenía que averiguar cuánta gente más había con ella, porque una mujer jamás viajaría sola, y sonsacarle hacia dónde se dirigía para calcular cuándo podría volver a ver a su Maestra...

-Aquí está. –Mirna volvía con un cuenco de barro en las manos. Tenía el cabello largo y negro, ondulado, y unos senos turgentes.

-Gracias, Mirna.

-¿Y tú cómo te llamas? –Por la voz y su actitud, Igrin calculó que la mujer tendría unos veinticuatro años...

-Igrin.

-Es un nombre bonito. –Muy infantil. ¿Quizá veinte?

-Me lo puso mi madre, creo.

-Ah...

La mujer, definitivamente, no tenía muchas luces, pero era bonita. Sin lugar a dudas Ishnaia era un caso único... Pero al menos a ésta le podría sonsacar cosas más fácilmente

-¿Dónde...?

-Cerca del santuario de Narae, hace dos días. –No lo dijo, pero odiaba no poder acabar de formular una pregunta.

-Vaya... ¿Y los que estaban conmigo? ¿Qué ha pasado?

-Murió desangrado. La mantícora debió cortarle la garganta -relató la chica. Seguidamente, se llevó una mano a la boca en un gesto de sobresalto y luego bajó la vista, avergonzada.- ¿Era familiar tuyo? Es que he hablado sin pensar, y...

-Era mi hermano –cortó él de una vez, tomándose una pequeña venganza personal.

-Cuanto lo lamento, yo...

-No te preocupes, son cosas que pasan. ¿Y a dónde vas?

-Viajo con mi padre, en realidad. –Al fin la chica sonrió. Como pensaba, la pena era mecánica, lo que le habían enseñado que debía sentir en tal situación.- Vamos a Kath. ¿Sabes donde es?

-Al norte –respondió Igrin con desgana.

Mirna asintió y, sin decir más, le tendió la taza, instándolo a beber. Igrin obedeció mientras la escuchaba.

-Papá trabaja como mercader, así que estamos casi todo el año viajando, aprovechando principalmente las ferias. Mi madre murió el año pasado y yo soy hija única, así que sólo estamos nosotros dos. Pero un muchacho me ha estado cortejando desde hace dos veranos, y he pensado que, si padre accede a que me case con él, la familia crecerá y también el negocio, ¿sabes?

-Entiendo...

-¿Ya has acabado? Vale, ahora tienes que dormir. Mañana por la mañana, cuando volvamos al camino, te despertaré para que puedas acomodarte en la carreta, si es que te encuentras bien.

Mirna hablaba despreocupadamente, sin parar apenas, y seguramente sin pensar en lo que decía. Igrin no podía sentirse más asqueado, pero le sonrió con la sonrisa más agradable que pudo cuando le devolvió el pote. Y la chiquilla lo quedó mirando fijamente, sonrojada y con la respiración alterada.

-Buenas noches, Mirna.

Qué fantástico y qué sencillo. Aquellos mentecatos le ahorrarían tiempo de viaje y dinero, aunque tuviera que acomodarse y actuar como un humano corriente durante algunos días. Pero valdría la pena. Estaría con Ishnaia antes de lo que antes había calculado.

Y aquella chiquilla no debía tener más de diecisiete. Sería una buena entretención.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

(ADVERTENCIA: Spoilers en el comentario. Va en serio.)

Qué gracia que lo primero que piense nada más despertar después de casi morirse sea algo del estilo "¡Oh, santo Quangdú, estoy horrible! ¡¡No puedo presentarme así ante... Quangdú (pobre Xawzami -espero que se escribiera así-, cuánta personalidad múltiple)!! xDD

"Igrin miró a la mujer alejarse"... a mí siempre se me ha hecho raro pensar en Mirna como en una mujer. Siempre será la mocosa llorona esa. Pobre desgraciadita.

Más que "frío aire matutino" diría "de la mañana". Es que queda más bonito. No sé por qué nunca antes me había fijado en esto.

"Al fin la chica sonrió. Como pensaba, la pena era mecánica, lo que le habían enseñado que debía sentir en tal situación"

¿Esta frase puede ser nueva? Queda bien.

Mital dijo...

Pues no, no es nueva. No hay ninguna frase nueva realmente, sólo corregidas.

¡Nya!

Anónimo dijo...

Mmmm...

Nya! (dijo el copiota)